El proyecto y su desarrollo fue farragoso debido a las concesiones, posteriores anulaciones de las mismas, traspasos de la titularidad de unas empresas a otras, pleitos e incluso intervenciones en las Cortes por pagos dudosamente certificados. Por ello resumo todos estos procedimientos administrativos y judiciales para referirme a las obras y sus presupuestos resumidos.
Se presentó una segunda proposición de un grupo de comerciantes de Cádiz, a cuyo frente figuraba A. Vicent Vives. La subasta para la concesión del Ferrocarril de Sevilla a Cádiz quedó fijada para el 30 de marzo de 1856 sirviendo de base la proposición del segundo compareciente, el grupo de A. Vicent.
El Gobierno remitió las nuevas condiciones particulares siendo aceptadas por A. Vicent. Se declaró nulo el contrato de construcción del ferrocarril de 1852. Quedaba autorizado el Gobierno, en el caso de que no se presentara postor alguno, a otorgar la concesión de la manera más conveniente. La subasta fracasó y el Estado aceleró la puja para no perder los 4.000.000 de reales invertidos hasta entonces ofreciendo un incentivo en forma de subvención de 600.000 reales por legua.
El Crédito Mobiliario accedió a la subasta reduciendo la subvención a 11.000 reales por legua pero apareció otra puja de la “Compañía General de Crédito de España” renunciando a la subvención e incluso abonando al Gobierno 2.001 reales/legua. Lógicamente se llevó la adjudicación ante la sorpresa del “Crédito Mobiliario”.
La Compañía General de Crédito de España fue constituida el 26 de enero de 1856 con un capital de 399.000.000 de reales de vellón representado por 210.000 títulos de 1.900 reales, emitidos en varias series, la primera de ellas integrada por 70.000 acciones emitidas al 30 % de su valor. Intervinieron en su creación la banca parisiense Prots, David de Ghecst, D´ Alton Shee y “Les Fils de Gihou”. Se generó un comité español y otro francés.
La dirección de las obras del Ferrocarril de Sevilla a Jerez corrió a cargo del ingeniero Manuel Heredia Tejada, el cual comenzó los preparativos el 1 de noviembre de 1856. El proyecto, redactado por el ingeniero Mendoza, se contrató por 51.000.000 reales de vellón incluyendo toda la obra las estaciones y el material fijo y móvil. La línea partiría del campo de la Feria de Sevilla sin embargo se cambió su salida para que partiera de la estación de la línea de Córdoba. Esto obligaba a un aumento de costes.
En mayo de 1856 el Ayuntamiento de Cádiz presentó un proyecto de Ferrocarril entre Cádiz y Jerez enlazando con el de Jerez al Puerto de Santa María. Se lamentaban en Cádiz de la existencia del muelle del Trocadero, al que definían como el muelle “de las botas de Jerez”. El Trocadero estaba mucho más próximo a Jerez que el trayecto alternativo de Jerez a Cádiz y los costes de transporte eran inferiores. Esto se plasma en una exposición del alcalde Adolfo de Castro a las Cortes donde recordaba que el 13 de mayo de 1855 se autorizó al Gobierno para conceder en pública subasta un ferrocarril que enlazara con la línea general de Jerez a Sevilla desde los muelles de Cádiz.
Los diputados González de la Vega y Sánchez del Arco presentaron variantes del ferrocarril intentando aunar los intereses de los gaditanos con los de la empresa del Ferrocarril de Jerez al Trocadero. A la vez Sánchez del Arco proponía reinvertir los productos de la subvención en las obras del puerto de Cádiz puesto que llevar el enlace por el lugar llamado el “Arroyo” supondría un ramal de 46 Kilómetros. En cambio el enlace junto al puente de San Pedro, entre El Puerto de Santa María y Puerto Real, solo necesitaría 22 kilómetros. La diferencia era evidente. Las obras entre Jerez y Cádiz se encontraban en agosto de 1856 en el cruce de Río San Pedro, quedando el reparto y asentamiento del balasto. Como se describe más adelante sería el primer cambio de vías instalado en España.
El Trocadero era el punto de embarque de los vinos de Jerez. El fondo de esta cuestión era que Cádiz se convirtiera en el final de la línea de Andalucía, tal como ya tenían otorgada las Cortes, venciendo los recelos de los gaditanos de que el Trocadero se convirtiera en un punto de embarque más importante que Cádiz.
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